La Marsella vieja

Marsella, la segunda ciudad de Francia, tiene un reputación complicada y a menudo los viajeros la evitan, pero es un lugar emocionante y colorido con una larga historia. Es extremadamente cosmopolita, con una gran mezcla de gentes y culturas, y después de décadas de decadencia está empezando a vivir un resurgimiento. Se están reconstruyendo los viejos edificios y la conexió con París en tren de alta velocidad la ha hecho mucho más accesible a los viajeros de fin de semana.

La zona alrededor del puerto de Marsella es el verdadero corazón de la ciudad, y Le Panier, la ciudad antigua, queda al norte de éste. El bulevar La Canbière va de norte a este del puerto, y a su alrededor se encuentra el colorido barrio magrebí, lleno de mercados en los que se venden vegetales exóticos, coloridos tejidos africanos y picantes especies orientales.

Dos fortalezas protegen la entrada del puerto, pero la basílica de Notre-Dame de la Garde, en la parte alta de la ciudad al sur del puerto, es probablemente su monumento más reconocido. La enorme estatua de la madona y el niño, cubierta de pan de oro, que hay sobre la torre de la basílica se puede ver desde el mar.

Le Panier es la parte más antigua de la ciudad, una madriguera de callejuelas estrechas y escalinatas de piedra que sufrió graves daños durante la 2ª Guerra Mundial cuando los nazis utilizaban la dinamita para limpiar la zona de   judíos y miembros de la resistencia gala.

Afortunadamente, tras la guerra, los arqueólogos descubrieron un almacén romano en el barrio, que actualmente se ha transformado en un museo. Además, en la parte alta de Le Panier está el maravillosamente restaurado Hospice de la Vieille Charité, un hospicio del siglo XVII con una magnífica capilla barroca y arcadas de piedra rosa. Hoy en día, el hospicio alberga dos museos, y en la capilla se celebran exposiciones de arte y conciertos.

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