El Templo de Atenea Niké o Atenea Victoriosa recuerda el triunfo de los griegos sobre los persas en la Batalla de Salamina (480 a. C.). La idea de su construcción en la Acrópolis de Atenas, surgió en el 449 a. C., después de la paz con los persas. Toda una joya de Atenas, la capital de Grecia.
Sin embargo, Pericles se opuso a la construcción de este templo y las obras se tuvieron que retrasar hasta el 421 a. C., en plena la Guerra del Peloponeso (431-404 a. C.).
La obra fue obra de Calícrates, arquitecto que además colaboró en la construcción del Partenón, junto con Ictino, quien diseñó un templo de orden jónico que supo adaptarse al espacio que tenía: un bastión (torreón) de los Propileos, que domina la subida a la Acrópolis.
En su interior se pudo observar durante años un xoanon, imagen de Atenea personificada como Niké, símbolo de las victorias navales, a la que se cortaron las alas con el objetivo de que jamás pudiese abandonar Atenas. No obstante, el templo no estaba destinado a grandes reuniones, pues para ello estaba enfrente un altar que permite celebrar ceremonias al aire libre.
En la actualidad, el templo ha sido fielmente restaurado, si bien ha perdido parte del entablamento, la cubierta y los frontones. Ya no se puede contemplar como estaba en la Grecia antigua.
El alzado del templo mide 8 metros de altura. Desde la plataforma escalonada hasta la parte más alta del frontón hay solamente tres metros. Después, sobre la crepidoma se levantan los muros y las columnas jónicas de mármol.
La planta es típica de un templo anfipróstil -tetrástilo, en el que tanto el vestíbulo delantero como el trasero se transforman en pequeños pórticos. La cella o «sala de la diosa», es totalmente cuadrada.
Finalmente, el friso del templo, que representa a Atenea, Zeus y Poseidón ayudando a los atenienses, fue un intento de elevar la moral de Atenas, que en aquellos años estaba sumida en otra guerra que acabaría perdiendo, la Guerra del Peloponeso.
Foto vía Comentarios Historia del Arte
